MANIFIESTO PARA EL DÍA DE LA MUJER
A lo largo de los siglos la mujer
ha sido esclavizada, violada, mutilada, discriminada por su condición,
destinada a la casa, al analfabetismo, entregada, donada, prostituida. Siempre
ha sido igual su tratamiento, de unos y de otros, siempre esclava, de unos y de
otros, dependiente.
La lucha de la mujer ha sido
claramente notoria a lo largo de todos estos años. La lucha por la libertad,
por la igualdad de condiciones, por la no discriminación y la desaparición de
la violencia de género ha sido la meta para muchas mujeres. La desaparición de
esa cultura machista, esa cultura que reprime a la mujer, que la condiciona a
una vida de injusticias y de sufrimiento es uno de los principales objetivos
para conseguir una sociedad justa. Que seamos feministas, no significa que queramos
estar por encima de los hombres, queremos tener igualdad de condiciones, queremos
tener los mismos derechos de trabajo, queremos poder volver solas a nuestra
casa sin tener miedo, queremos poder ser madres solteras sin ser juzgadas,
queremos tener la libertad de poder decidir nuestro futuro, sin importar
nuestra condición.
Gracias a cientos de mujeres a lo
largo de los años, gracias a la lucha y al sacrificio de muchas de ellas,
nosotras podemos estar hoy aquí. Gracias a ellas en un futuro de este salón
saldrán abogadas, enfermeras, profesoras, doctoras, puestos de trabajo que antes
eran exclusivos de los hombres. Gracias a ese esfuerzo ahora hay mujeres en el
gobierno, mujeres en universidades, madres solteras, mujeres homosexuales,
mujeres que pueden decidir por sí mismas su futuro sin estar predestinadas a la
casa y al cuidado de los hijos.
A pesar de ello, aun hoy en día, en el
siglo XXI, sigue existiendo discriminación, machismo, abusos y violaciones. 12 mujeres han sido
asesinadas por sus parejas o exparejas en España en lo que va de año, 1.045
desde que empezaron a contabilizarse en 2003. Cientos de mujeres, de niñas como
nosotras han sido violadas y marcadas de por vida, y no, la culpa no era de
ellas, la culpa no era de su ropa, de la copa que decidieron tomar esa noche o
el taxi que decidieron coger para volver a casa. La culpa fue solo del hombre u
hombres que decidieron que, ya no solo el cuerpo de esa mujer, sino su vida en
general le pertenecía.
Es por eso que debemos comenzar a concienciarnos de
que hombres y mujeres, aun siendo distintos, somos iguales. Ambos géneros
debemos luchar por la igualdad, debemos recorrer ese largo camino que nos queda
para conseguir erradicar esos comportamientos. Las mujeres, quiero que lo
sepáis, no somos princesas que necesitan ser rescatadas, somos igual de
poderosas que los hombres, así que basta de discriminación.
Ana Ariza Buitrago, 2º Bachillerato B
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